
Las páginas
del libro se convierten así en un homenaje al cine de terror de los ochenta.
La nueva jornada se acercaba. Salí de casa a la una
y cuarto de la madrugada. A las dos menos diez vislumbré el temible cartel
iluminado que parecía anunciarme la entrada a una atracción de feria: la Casa
de los Horrores.
Poco a poco iba a
comprender la rutina que me esperaba: cambiarme y ponerme unas incómodas botas,
que me producirían llagas y rozaduras, y ser el invitado a una sesión de
equilibrismo entre perchas puntiagudas de carne. Si seguía allí durante mucho
tiempo me convertiría en Leatherface,
el psicópata de La matanza de
Texas, feliz entre tanta víscera y cocinando casquería para todos mis
invitados: Jason, Freddy, Chuki, etc.
Extracto del libro La
Maldita Casilla de Salida, capítulo La
venganza del porcino.