
Una
actuación de Juan Perro te permite sumergirte en un estado de sensaciones de difícil
explicación. Da igual el formato, desde una orquesta sinfónica a la sencillez
de su voz y la guitarra del maestro Joan Vinyals.
Este
fragmento del libro es mi particular homenaje:
Decidí relajarme, olvidando mi inseguridad, y encendí la radio
dejándola con un mínimo de voz para poder escuchar las infumables noticias
diarias. De repente, una canción surgió de la nada en mi mente.
37
grados y un montón de huesos
con
algo de pellejo alrededor.
Habrá
que echar toda la carne
al
asador.
Y comencé a cantar, como poseído por la música:
—Es un asunto muy viejo, con este socio traidor, cambiar
la piel de conejo por una piel de tambor.
« ¡Joder, como mola! ¡Hasta estoy recuperándome de mi estado!
Este tema de Radio Futura lo oí el sábado noche, estoy seguro. ¿Pero dónde?».
Y seguí escuchando, mientras entraba en la capital y me
paraba en un semáforo. Dos ocupantes de otro vehículo me observaron, con cara
de sueño. Quizás pensaban que seguía de juerga, pero a mí me daba igual. Había
conseguido reanimarme y comenzaba a tener hambre.
Mientras rebuscaba un paquete de galletas, canté:
—No te sofoques, mi amor, pero
tengo que verte primero antes de dar más dinero sin conocer tu valor.
—¡Toma ya! Inmortales Auserón y su banda —grité extasiado.